Hatha Yoga

Las clases de Hatha Yoga se centran en fomentar el bienestar físico y mental, aumentando la vitalidad y la capacidad para vivir en calma día a día.

Como sucede con todo lo que es muy antiguo, existen diferentes interpretaciones sobre el significado del nombre: una corriente muy extendida sostiene que la traducción más correcta sería algo así como yoga de la fuerza, en referencia a que la técnica yóguica proporciona la fuerza necesaria en el cuerpo-mente para adentrarse en la senda evolutiva del despertar de la consciencia. Otras interpretaciones ponen el acento en lo simbólico, y lo traducen como el equilibrio interno entre la acción y la recepción, el sol y la luna, alcanzando así la integración del Ser.

Más allá de esta polémica, en lo que sí existe consenso es en la utilidad de esta práctica milenaria para recuperar y/o mantener la salud desde una perspectiva integral que incluye el cuerpo, la mente y el estado emocional.

En el hatha yoga, cada postura se mantiene por varias respiraciones, pero no es algo pasivo, sino que durante ese tiempo la mente se enfoca en el cuerpo, en cada sensación, en lo que está sucediendo, lo que se estira, lo que se contrae, lo que se relaja…de esa forma se desarrolla la inteligencia corporal, al tiempo que la mente se acostumbra a estar presente y a liberarse de los pensamientos obsesivos que constantemente nos proyectan fuera del ahora, agotándonos y haciéndonos sufrir. El asana nos enseña a desarrollar la sensibilidad, infundiendo consciencia tanto al movimiento, como a la quietud. Nuestra consciencia se difunde a través de todo el cuerpo, permitiéndonos sentirlo, ajustarlo y equilibrarlo cada vez mejor.

Mucha gente se acerca al yoga por primera vez, motivada por sus probados beneficios a nivel físico: fuerza, estabilidad, equilibrio y flexibilidad. Sin embargo, a medida que se va practicando, se descubre que el verdadero beneficio es la calma, la perspectiva y la libertad que nos da la consciencia del momento presente, siendo cada vez más capaces de elegir cómo actuamos, en lugar de reaccionar por la inercia de nuestros patrones subconscientes repetitivos.

Volviendo a la consciencia del cuerpo y reaprendiendo a sentirlo desde un enfoque somático, recuperamos la otra mitad de la inteligencia: la sensorial, sensitiva y emocional. Las emociones habitan el cuerpo. Al mismo tiempo, al recuperar ese equilibrio, devolvemos a la mente a su lugar: ser una maravillosa y poderosa herramienta al servicio del Ser, pero no El Ser. Así dejamos de sobrecargarla, de explotarla y de confundirla con nuestra esencia. Tú no eres tus pensamientos, sino la esencia misma que da lugar al pensar, el Ser que observa el proceso del pensamiento.

La consciencia sensible del cuerpo y la inteligencia del cerebro y el corazón, deben estar en armonía.
B.K.S. Iyengar, Luz sobre la Vida (Kairós)

[…] Es como si los rayos de luz de tu inteligencia brillaran dentro de tu cuerpo dispersándose por brazos y piernas hasta la punta de los dedos. Cuando esto ocurre, la mente se hace pasiva y empieza a relajarse. Es una pasividad alerta, no espesa, ni vacía. Este estado de reposo alerta regenera la mente y purifica el cuerpo.

Llegar a entender esto en profundidad es un proceso vivencial, en el que progresamos a través de la experiencia y como en todo arte, nos perfeccionamos desde la práctica, poco a poco, con paciencia y amor, si bien en este arte somos al mismo tiempo artista y obra. La propia vida, como una obra de arte.